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La noria de la Ñora

La Noria de la Ñora, todavía en uso, es un ejemplo de las construcciones destinadas a la elevación de las aguas desde la acequia principal para su distribución en otros canales menores.

No es noticia que esté entre nosotros desde el siglo XV. Ni que las decisiones bajomedievales sobre el agua y su administración produjesen arquetipos de comportamiento y oficios. Sí puede ser cierto, sin embargo, o a pesar de, que es un lugar diferente, una historia que se escribe ante los viajeros, que define bastante bien nuestra forma de obrar y ser. Se puede visitar siempre, no es secreta, ya se sabe que seis siglos no son nada.

Forma parte de aquellos artefactos inteligentes que han hecho posible la transformación de un almarjal en una fértil llanura. Puede que el camino se esté corriendo al revés.

El sonido es la clave, no arrulla, pero simplifica nuestra relación con el universo. La última vez que la visité había una pintada que rezaba «el agua se llevó el miedo».

La Rueda hiere la acequia Aljufía, que la acuna en el centro de un caudal digno de encomio: trasegar, participar, repartir. En su patio trasero, además de comprobar el ímpetu de la acequia, nacen otras dos importantes: Churra la Vieja y Alfatego. Ahí se exhibe la enorme capacidad de ingeniería hidráulica de nuestros fundadores; partiendo de la tajamar de mampostería, nacen dos acequias importantes: Churra la Vieja y Alfatego podríamos decir de esta última que su etimología nos lleva hasta «la que se retuerce»·, sugiriéndonos cómo se van a dividir, o nacer, aguas abajo, en lo sucesivo todas las hijas menores, acequietas, hijuelas, regaderas y otros vasos comunicantes. De la mano se van separando a lo largo de nuestra tierra baja, esquivando caminos, soterradas, secretas, recorriendo una legua de tierra fecunda hacia el este. Al viajero, y quizá al turista, le aproxime a la esencia de la tierra que visita: maña e ingenio hidráulico, mal iluminada, sin letras que la describan.

Tiempos y lluvias elevando aguas hacia la acequia Rejicas, encima de su lomo. Esta agua movida y elevada vuelve ahora a la acequia mayor, cerrando el flujo ordenado y temporal que construimos los murcianos.

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